Gracias al activismo feminista en favor de un lenguaje más inclusivo y menos sexista, se han logrado importantes modificaciones y avances a lo largo de los años. Estos logros nos muestran que es posible utilizar la comunicación de manera más equitativa y consciente, resaltando la idea de que el lenguaje no es estático, sino dinámico y maleable. A continuación, se enumeran algunos ejemplos concretos en la RAE de estos avances:

Como hemos observado, el lenguaje y la cognición están intrínsecamente entrelazados, pues nos permiten comprender el mundo que nos rodea. Es evidente que el lenguaje está estrechamente relacionado con la generación de estereotipos a nivel cognitivo. En este sentido, resulta crucial el cambio del léxico para fomentar la inclusión, el reconocimiento y la valoración de la mujer. Sin embargo, esta tarea implica abarcar diversos ámbitos de la comunicación en su sentido más amplio. El análisis de las conversaciones juega un papel fundamental: ¿Quién habla? ¿Quién escucha? ¿Quién interrumpe? ¿Durante cuánto tiempo habla cada persona? ¿A quién se presta atención? ¿Quién se siente incentivado a intervenir? ¿Cuál es el tono y el contenido de la conversación? En resumen, no podemos descuidar el análisis del discurso y la dinámica conversacional.

Por tanto, la justificación de esta "Guía de comunicación no sexista" no se centra en determinar si el lenguaje es sexista per se o si lo somos quienes lo empleamos, sino en abordar la cuestión de cómo comunicarnos sin excluir a la mitad de la población. ¿Cómo podemos expresarnos de manera correcta, amigable y comprensible sin discriminar a nadie? ¿Cómo utilizar el lenguaje para incluir en lugar de excluir?

Concluimos con una reflexión pertinente a nuestro ámbito profesional, señalando nuevas áreas de enfoque aún por explorar. ¿Cómo podemos abordar la inteligencia artificial, los traductores automáticos o los algoritmos desde una perspectiva inclusiva?


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